Encender y fumarse un cigarrillo
son acciones que millones de personas llevan a cabo de manera habitual cada
día, aún sabiendo que el hecho de fumar y el consumo de tabaco tienen una gran
cantidad de efectos nocivos y perjudiciales para nuestra supervivencia.
A día de hoy la mayoría conoce la
relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, los problemas respiratorios, el
envejecimiento de nuestros tejidos o el acortamiento de la esperanza de vida.
Sin embargo, existen otros órganos y afectaciones que no suelen ser tan tenidos
en cuenta por la población y que pese a ello resultan fundamentales: por
ejemplo, los efectos del tabaco en el cerebro.
A lo largo de este artículo vamos
a hacer un breve repaso de lo que implica el tabaquismo, cómo afecta al cerebro
el tabaco y los efectos y riesgos que el consumo de tabaco puede tener en el
órgano rey.
Efectos del tabaco sobre el
cerebro
Más allá de cómo actúa, también
resulta relevante conocer algunos de sus efectos. A corto plazo y con los
primeros consumos, es habitual que el consumo inicial de pequeñas dosis puede
aliviar sintomatologías depresivas y aumentar el estado del ánimo.
La activación del locus coeruleus
también facilita la activación y puede parecer que se produzcan aumentos en los
niveles de vigilia, capacidad de concentración y la sensación de saber afrontar
las situaciones. Ahora bien, también puede generar palpitaciones mareos y
problemas respiratorios.
Sin embargo, según el consumo se
va haciendo más frecuente se van viendo cada vez peores consecuencias. En
primer lugar la progresiva tolerancia a la nicotina tiene como resultado que
acabe por aparecer una dependencia a la sustancia, inicialmente física y
posteriormente también psíquica.
La falta de tabaco generará
abstinencia, por lo general en forma de malestar y ansiedad. También se
observan aumentos del apetito, apatía, cefaleas y problemas del sueño. En
abstinencia pueden aparecer también problemas de concentración. También altera
la capacidad de percepción olfativa y gustativa, perjudicando estos sentidos.
El efecto de la nicotina en la
neocorteza se ha observado, especialmente a largo plazo, como problemática y
negativa. Diversos estudios sugieren que el consumo de tabaco debilita y genera
deterioro en las células nerviosas de esta parte del cerebro, y que provoca una
reducción de su grosor debido a la mayor mortalidad de las fibras nerviosas.
Este factor puede vincularse a una mayor probabilidad de deterioro cognitivo e
incluso demencia. Se ha visto también que se reduce la formación de nuevas
neuronas.
En caso de embarazo, se ha
observado que fumar puede generar prematuridad y bajo peso, además de retrasos
en el crecimiento y el desarrollo cognitivo del menor.
También afectan en gran medida
las capacidades vasoconstrictoras de la nicotina, algo que puede facilitar la
aparición de ictus. Ahora bien, la nicotina (que no el fumar) parece tener
efectos positivos en la prevención del Parkinson, si bien se trata de algo aún
en estudio.
Si tenemos en cuenta además el
posible efecto de la presencia de monóxido de carbono (habitual en la
combustión del tabaco), también dificulta la oxigenación del cerebro y pueden
provocar desmielinización del sistema nervioso (pérdida de mielina, que se
traduce en pérdida de velocidad en la transmisión de información entre
neuronas)
Asimismo, aunque en los momentos
iniciales generaba estimulación, a la larga puede generar problemáticas como
depresión. A un nivel menos biológico y más psicológico, si se hacen esfuerzos
infructuosos por dejarlo pueden darse también sensación de indefensión o
ineficacia, o bien incluso puede llegar a recurrirse a otras sustancias más
dañinas.
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